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dijous, 14 d’abril del 2011

OBSERVAR A UN NIÑO CON PAZ Y TRANQUILIDAD ES LO QUE MÁS ENSEÑA

Habló ayer en los Cursos de Verano sobre la experiencia de la pediatra Emmi Pikler en un orfanato de Budapest. Teresa Godall Maestra y pediatra

07.07.10 
 
Volver a los orígenes y observar al bebé con paz y tranquilidad es la mejor manera de ayudarle a avanzar. Lo dice Teresa Godall, profesora de Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Barcelona y especialista en las investigaciones de la pediatra húngara Emmi Pikler. Participa en el Curso de Verano 'Aportaciones y claves de la movilidad propia de los niños entre 0 y 3 años', que se desarrolla en euskera con un gran éxito de asistencia. 
 
-¿Por qué es tan importante observar a un bebé?
-Es así como descubrimos qué saben hacer y qué necesitan. Estamos tan habituados a pensar que los niños no saben decirnos lo que les pasa, que no les miramos. Pero en el momento en que lo hacemos o leemos a quienes les han observado, descubrimos sus personalidades, sus maneras de ser y sus características. 
 
-¿Hablamos de formas de ser particulares o generales?
-Existen unas características de la primera infancia que Emmi Pikler, pediatra húngara en la que me he especializado, ha descrito por primera vez como universales. Pero ella también nos dice que existen caracteres corporales y maneras de hacer y procedimientos muy diversos en cada niño y niña. 
 
-Emmi Pikler, ¿una investigadora avanzada?
-Nacida en 1902, investigó y aprendió desde la Medicina, el Psicoanálisis y las técnicas educativas y de conciencia sensorial del momento, dentro de la revolución cultural de la primera mitad del siglo XX. Describió todo el sistema de desarrollo motor autónomo del bebé: cómo debemos educar y tratar a los niños para que evolucionen de forma sana, sin enfermedades y sin accidentes. 
 
-¿Cómo llegó Pikler a sus estas conclusiones?
-A raíz de publicar su tesis y no ser reconocida su aportación, se hizo cargo de un orfanato, donde estableció las condiciones necesarias para comprobar sus teorías. Estudió el vínculo afectivo y desarrolló un sistema de cuidados para establecer una buena relación con los bebés, observarlos bien y dejarles moverse en libertad para que aprendan por sí mismos. 
 
-¿Cuál fue su aportación radical?
-Apostó por el desarrollo motor autónomo. El niño puede aprender por sí mismo si los entornos son adecuados. Organizó un sistema de cuidados que evitaba los síndromes de hospitalismo o institucionalización. Los niños y niñas del orfanato conseguían tener una vida social y familiar óptima. Su doble aportación fue en temas de motricidad y en la relación afectiva adulto-bebé. 
 
-¿Qué es lo más importante para el desarrollo óptimo del bebé?
-Aparentemente todo está muy investigado. Existe una gran tecnología de la infancia, que va desde el mobiliario a los juguetes para estimular. Y observamos que el aspecto más individual y específico de cada niño, así como el relacional o vincular, no siempre está bien resuelto. Por desgracia, cada vez vemos más fenómenos de violencia en las familias y entre los niños. Con tanto cariño que les damos, proyectamos nuestras expectativas y deseos y no observamos o no vemos esa maravilla de individualidad, esa persona que se muestra y debemos entender para darle una buena respuesta. 
 
-¿Fallamos en cuestión de apego y vínculos?
-Las familias, cada vez más, sienten cansancio, el estrés del trabajo. Hay una gran expectativa porque algunas madres son mayores, tienen formación y cultura y quieren hacerlo bien. Y hay una exigencia tan enorme que va en contra de una relación tranquila, espontánea y relajada. Si un niño a los 15 meses no anda, madres, padres, maestros y pediatras imponen sus fórmulas e impiden un desarrollo a su ritmo. 
 
-Propone volver al origen...
-Sí, a la Biología. Hay que escuchar al cuerpo y dar condiciones sanas. Hay que buscar en lo cotidiano, donde está esa sabiduría. Aprender a mirar es difícil porque hay que eliminar estereotipos. 
 
-Se mencionan los estudios de etología a la hora de mirar al bebé.
-Emmi Pikler investigó antropológicamente y en la etología. Vió tribus de cazadores que dejaban mucho margen a los niños. No permitían que las madres ayudaran o amamantaran a otros niños. En tribus más agrícolas había más relación de cuidados. Ella se preguntó: '¿Queremos niños agresivos y competitivos -los cazadores- o niños que creen en el compartir y el confiar?' A través de sus estudios interdisciplinares elaboró una ética de cómo tratarles. 
 
-Con nuestros mimos al bebé no nos parecemos a las sociedades de cazadores...
-Pero hay una exigencia, una ambigüedad. Le cuido, le quiero y le abrazaría todo el día, pero cuando no responde exactamente a las expectativas de los libros, o sale temerario, movido o llorón se rompen las buenas voluntades y aparecen grandes contradicciones. 
 
-La escala de la motricidad de Pikler descubre posiciones intermedias...
-No hablamos de estar tumbado, sentado o de pie, sino de posiciones bisagra que ella describe. Son fundamentales para que los niños aprendan a sentarse, levantarse o gatear por sí mismos. Sin ellas, los sentamos y esperamos a sus propios desplazamientos. Todo el mundo conoce el gateo pero hay otras menos conocidas: las de costado, recostado, semisentado o una posición de cuadrupedia que se llama 'del oso'. Cuando se deja libertad en estas posiciones aparecen en un mismo niño hasta 10 ó 12 modos diferentes de sentarse. Estas posiciones permiten una gran flexibilidad y disponibilidad corporal. 
 
-Dejar hacer al niño...
-Es fundamental. Y también la actitud del adulto: volver a encontrar la propia paz y el conocimiento con mucha paciencia, respeto y confianza en el propio niño, que es el que tiene las claves.

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